JERUSALÉN VENDITO

Aquella nervadura, con el tiempo, no reconoció
La voz sedante de la mona lisa
Lila la cohibida y otro ruiseñor.
Cilindro perfecto,
Con talle elegante
Muy altisonante se abre a Babel
Babilonia entera, se nutre este día
De los peregrinos de Jerusalén.

SUPERSTICIÓN

Superstición
Y la piba se fue
Se durmió
Llego tarde el amor
No pudo más
No dio
No valió la pena de leina tramp que no madura
No perdura, no atisba
No atesora
No quedo piola y no batió.

ROJO

Rojo, como rojo nunca había visto en mi delgada vida gorda
Y mi pasión cambia a rojo, mas no puede seducir el rojo color de tu punzó. Corazón. No entiendo, la menor idea
De las beldades.
Del soirée de percal
De lycra refinada
De algodón entre las sombras
De colgador marginal
De patio enfermo
De sol
De baño
De vapor y de sueño.
De tu carne entre la tela
De que se mete en la cola del cometa
Y no sale, y al principio molesta, mas después gusta
Y no sale. No pesca.

CASTIGO DIVINO

Mar de trabajo. Todos los hombres del presidente opinan que el trabajar hace mejor a la salud. Detiene el colesterol y acrecienta la producción de adrenalina. Todo un vicio. Como guiso. Siempre fueron los mismos pelafustanes los que promulgaron el amor al castigo divino. Si pagan por trabajar, es signo que no es muy bueno, como trueno, voy camino al litoral. Yo, argentino. Qué cochino. Quisiera ser alteza, una rareza, un príncipe Florentino.
Y para colmo, en mi camino, sigues tú. Mirando silenciosa, entre otras cosas, las sobras de un sentimiento que seguro no fue tal. Cada día menos linda, cada día más banal. Es igual.
No quiero que se entienda mal. No me gusta trabajar. Eso no es lo que dijeron. Todo sigue igual.