viernes, noviembre 19, 2010

EPIFANÍA



Y ahora que ya no tengo quien me conozca como vos, quien me va a decir: “¡Cómo te conozco…! ¡Te conozco tanto!”. Quizás un soplido del viento que llega del norte, con olor a cerro. Como vestal de barrio. Ese será el único hálito de romance que quede. De amor incondicional.

Y tener que esperar religiosos siete días para verte me parece mucho para mi cabeza. Pero no puedo tocarte, es como ponerle el cascabel al hombre invisible. Como atravesar un desierto para descubrir que no hay nada.

Mientras tanto, recorro camas y petacas, piezas y habitaciones espiando con mi espíritu de capa azul y pelo hasta los hombros. Me paro en la puerta, bajo los dinteles y con mi aliento ahuyento a los amantes que quieren tocarte. Me paro en tus sueños y me froto los ojos esperando que nunca despierte.

Pero no resulta nada de nada. Mis días pasan rápidos y desesperanzados buscando el manantial de tu sexo experto en cabriolas danzantes y coses a la mandíbula.

Abro los ojos. Nada de lo anterior es cierto. Ni te visito en las noches, ni tengo el pelo largo ni mi capa azul brilla más que la luna. Es solo un conjuro milagroso para ver si te traigo de vuelta. Una epifanía. Tan solo eso.