martes, febrero 10, 2015

TU ATALAYA DE MENTIRAS





Si tuvieras el don de aparecer en montañas  blancas de pureza, te hubiese dejado partir. Pero el miedo a la verdad es inmovilizante. Tu miedo a la verdad mentirosa que me contaste. Tríos, cuartetos, cantando a viva voz las ventajas de huir,  de hacer mutis por el foro de una manera poco decorosa. Es mas fácil esconder la basura bajo la alfombrar que cargar con cadáveres que tu capricho no quiso domesticar (aun más). Tosca.
Y una puteada. Tan solo una que me hubiese salvado de tanta mentira adolescente. Tanto atalaya construido en un doble apellido que al final no sirve para nada. Tan solo para llenar papeles blancos, como la blanca mañana  o la blanca noche.
Aquella que nos esperaba para jugar a las escondidas.
Me queda una marca de espejo sobre la pared, indeleble. Y un montón de excusas groseramente pueriles.
Postrera. Pedestre. Longeva, y fotos lampiñas que nunca borré para mi satisfacción personal y mezquina. La factura que siempre tendré para vos.
No vuelvas. Ya perdiste la esencia. Solo queda un video porno de entrecasa, robado al destino. Maldita costumbre que ya no te importa.   
Te odio! Y Te amo, como nadie lo había hecho antes. Extraño privilegio el de los amantes despechados.

HOYO 14





Pilas, montañas, pilones de olvido en un hoyo 14. Palos de golf que se amontonan con las bolsas de nuestro amor que ya no sirven para eso.
Y vos sabes que a los muertos se los entierra, no en “greenes” verdes y prolijos sino en altares de memoria. No se los deja tirados para que se pudran al costado del camino.
Desconozco tus pasos, tus ausencias y tus presencias en todas sus partes y formas; como lo dije antes, me duele el no tenerte pero también el tenerte, así a la distancia. Ajena, perfectamente desconocida.
Siguen las ausencias. Y siguen las montañas blancas como la nieve que ya no sirven para nada. Ni en el escritorio de tu papá, buscando desesperados algún analgésico que nos haga dormir la boca. Ni en tu monedero, ni en tu curva maravillosa, como espejo mágico que se abre a quien lo quiera.
Papeles, idas nocturnas, maquinas tragamonedas. Piscolas y silencios. Pistolas de fogueo. En nuestra casa que ya no es tuya. En mi piel, que ya es de otra. En mis besos mal dados sobre tus labios de pato.
Y mas cerros blancos. Mas montones de sal sobre un pato Pekín desabrido en avenida España.
Papeles y mas papeles que proveen los familiares.
Exquisita excusa para verte por última vez. Agazapado en la mentira de un desayuno servido en la cama. Como una tormenta, que se antela al primer verano. Ese que pasaré sin vos, de la mano.