Si tuvieras el don de aparecer en montañas blancas de pureza, te hubiese dejado partir.
Pero el miedo a la verdad es inmovilizante. Tu miedo a la verdad mentirosa que
me contaste. Tríos, cuartetos, cantando a viva voz las ventajas de huir, de hacer mutis por el foro de una manera poco
decorosa. Es mas fácil esconder la basura bajo la alfombrar que cargar con
cadáveres que tu capricho no quiso domesticar (aun más). Tosca.
Y una puteada. Tan solo una que me hubiese salvado de tanta
mentira adolescente. Tanto atalaya construido en un doble apellido que al final
no sirve para nada. Tan solo para llenar papeles blancos, como la blanca
mañana o la blanca noche.
Aquella que nos esperaba para jugar a las escondidas.
Me queda una marca de espejo sobre la pared, indeleble. Y un
montón de excusas groseramente pueriles.
Postrera. Pedestre. Longeva, y fotos lampiñas que nunca
borré para mi satisfacción personal y mezquina. La factura que siempre tendré
para vos.
No vuelvas. Ya perdiste la esencia. Solo queda un video porno
de entrecasa, robado al destino. Maldita costumbre que ya no te importa.
Te odio! Y Te amo, como nadie lo había hecho antes. Extraño privilegio
el de los amantes despechados.
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