martes, agosto 25, 2009

QUE TRISTE ERA MI VALLA


Una sopa oscura de tristezas, eso era mi pieza este fin de semana, una pizca ingrávida de halito viviente se posaba a veces sobre mi frente marcada. Y no decía. No sabría. Que pavada! Si son todos como dolientes fragmentos, algún parásito, alguna nada. Dos quilos en mi carne y dos docenas de empanadas. Bajo la parra, sarmientos se martirizan, se consagran.

Esas reuniones familiares. Esas sórdidas payadas. Sipayas, se dejan ver, en toda la esquina. Dorada.

Una nube negra, se posó, no atiné a nada. Solo a rezar el rosario que algún día me enseñaras. Una mezcla de Gagliardi, mi alumna más aventajada.

No podía levantarme

No quería molestarme

No sentía en mí, la carne

Y sin embargo, me siento. Oro y olvido. Sueño y despierto para volver a soñar.

El lunes, ya estoy mejor. Fue solo un día negro, trashumante.

Óleo de sangre negro.

El dilema resultante.