Para variar, estaba angustiado. Muy angustiado. No sé que pasaba pero debía llegar temprano a alguna parte. Tenía que tomar avión. Era raro. Bueno, como en todos los sueños. De pronto, entre mi angustia consuetudinaria, y mi pachorra eterna, me abrazás fuerte. Me hacés el pase mágico. Y me siento volando, literalmente. Bueno, como también pasa en los sueños. De pronto y como por arte de magia, estamos donde debo de estar. A la hora precisa. Sin apuros, llegar temprano, eso que me obsesiona tanto y que al mismo tiempo me da vergüenza. Vergüenza de llegar temprano, vergüenza de ser tan obediente. Adicto.
Y vos estabas ahí. Tan risueña ella, tan seria también. Tan linda. Tan distinta, tanteando una similitud que alguna vez cubrió mi cotidiano. En Ami 8. En verano y en invierno. ¿Qué habrá pasado con todos esos preservativos botados en la cloaca?
Volvamos. Luego de que me teletransportaras, intenté otra vez. Capricho de adolescente. Un segundo intento. El deseo y la magia no llegaron. No llegaron. De nada servían tus frases tranquilizadoras. No podía viajar como antes lo había hecho. No confiaba en mis destrezas. No funcionaba.