Escamas de oro en la piscina eterna del fondo de mi casa.
Y en el crepúsculo se vuelve tornasol hasta el cansancio y en dorado muere certera, la única vez, la última, la inigualable. La tarde de mis juventudes.
Y llega tu cumpleaños. Y llegan tus funerales, tu periodo de muerte en la distancia.
Mientras tanto, a la deriva, las sabanas blancas, blanco el vestido de novia, blancas las ilusiones, mas blanca que la blanca. Ese es la amarga herencia de los postreros días. Sin niños, sin marido, sin plata, pero con ganas.
Hoy es un día vertiginoso para mí. Una pastilla roja y una verde, una estrella grande y el vidrio en tus ojos. Hermosos ojos de piel blanca. Inigualables. Tu abrazo, tu boca acariciando el dulce premio a la paciencia. Las escamas son ahora estrellas en el agua. Como limones en una palangana. Como las lágrimas que seguro derramaste.
