Cincuenta y un ciegos caminando perdidos bajo el sol.
¿Qué porvenir le depara el destino?
¿Qué sorpresa les tiene reservada el porvenir?
Ciegos que sudan con sus camisas gastadas, brillantes, almidonadas
de una moda que no fue. Desprevenidos pero siempre atentos. Siempre vigilantes
ante la vereda tramposa. Baldosas militantes y levantadas. Tercas!
Los ciegos. Humildes y pasivos frente a las miradas de los demás.
Cincuenta y un ciegos, se tropiezan torpemente, al final de
la plaza. El centro si la agarramos de los lados. El ombligo del barrio en la
Plaza Bogotá. Donde el negro chamizo quiebra la mirada. Y todas las señoritas zangolotean ademanes.
Y los ciegos se cansan y se sientan, desordenados en los
distintos bancos de la plaza. Y los venezolanos pasean a sus mulatas. Orondas y
altivas. Los haitianos esconden a las suyas. Negras azules, de ébano brillante.
Así pasa el domingo en el barrio del cine cerrado. Santiago
amodorrado en una pieza fría de adobe y cortinas. Colchón en el piso y condones
en el ropero.
Así pasa el domingo. Liviano, ligero, como si no hubiera
mañana.