Pilas,
montañas, pilones de olvido en un hoyo 14.
Palos de golf que se amontonan con las bolsas de nuestro amor que ya no sirven
para eso.
Y vos sabes que a los muertos
se los entierra, no en “greenes” verdes y prolijos sino en altares de memoria.
No se los deja tirados para que se pudran al costado del camino.
Desconozco tus pasos, tus
ausencias y tus presencias en todas sus partes y formas; como lo dije antes, me duele el
no tenerte pero también el tenerte, así a la distancia. Ajena, perfectamente
desconocida.
Siguen las ausencias. Y siguen
las montañas blancas como la nieve que ya no sirven para nada. Ni en el
escritorio de tu papá, buscando desesperados algún analgésico que nos haga dormir
la boca. Ni en tu monedero, ni en tu curva maravillosa, como espejo mágico que
se abre a quien lo quiera.
Papeles, idas nocturnas,
maquinas tragamonedas. Piscolas y silencios. Pistolas de fogueo. En nuestra
casa que ya no es tuya. En mi piel, que ya es de otra. En mis besos mal dados
sobre tus labios de pato.
Y mas cerros blancos. Mas montones
de sal sobre un pato Pekín desabrido en avenida España.
Papeles y mas papeles que proveen
los familiares.
Exquisita excusa para
verte por última vez. Agazapado en la mentira de un desayuno servido en la cama.
Como una tormenta, que se antela al primer verano. Ese que pasaré sin vos, de
la mano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario