A través de las recetas de nuestra abuela estoy tratando de
reconstruir nuestro amor. Busco pistas para llegar a vos, pero sin estar. De
una manera aséptica y conveniente. A la distancia que desgasta y mata cualquier
vestigio de cariño. Vinagre de rosa para el lunes, risotto los martes y los
domingos en Valparaíso. Ese puerto que nos supo cobijar junto a sus buques a la
deriva. Los miércoles la tortilla de papas que nunca me hiciste. Los jueves una
línea de nostalgias. Un montículo de pasiones inconclusas. Los viernes una
cerveza con los amigos y los sábados ayuno.
Y ni el libro de Doña Petrona me lleva hasta la puerta de tu
casa. Ni la vida de universitaria que llevas a cuestas de tu almohada. Ni los
engaños incorporados, esos engañitos que almacenan esperanzas. La noche es
larga y es difícil pasarlo sola. Un viaje inconcluso en bicicleta. Todos los días
de mi vida. Hasta la receta de tu amor, que yace guardada en un baúl de tu
antigua casa. Junto a las cosas que olvide de nuestro cotideano. Los restos de
nuestro amor. Inconmensurable amor. Divino amor, que va perdiendo su aroma de
nostalgia.